Pues bien, con cautela y sin querer establecer una jerarquía de acontecimientos, en este apunte breve sobre Euskadi Sioux,....el humor y las disidencias en los primeros años de la transición política en Euskadi, rememoro algunos hechos de esos años: Franco muere en 1975, las primeras elecciones generales de la transición fueron en 1977, y las segundas, en 1979; la Constitución se refrenda en 1978 (con un apoyo escaso en Euskadi), el Estatuto se aprueba al año siguiente (también con una gran oposición crítica); y las movilizaciones proamnistia, las contrarias a las centrales nucleares, la emergencia del movimiento sindical, del ciudadano o del feminista adquieren una dimensión desconocida hasta entonces. Eran años duros marcados tanto por la acción represiva del Estado y organizaciones de la ultraderecha como por las acciones de las diferentes ramas de ETA y de los Comandos Autónomos Anticapitalistas. Los diarios Deia y Egin surgen en 1977. EIA y el EMK crean EE, que se presenta a las elecciones generales con el respaldo de ETA pm, y pocos meses después será HB la nueva fuerza política que agrupe electoralmente a las organizaciones de la izquierda abertzale. Arzallus entra en la dirección del PNV.
Era 1979. Era el año de los Sioux y de otros acontecimientos culturales. Recordemos algunos: el euskera entra oficialmente en la enseñanza, la campaña Bai Euskarari logra una masiva adhesión, Paco Ibañez vuelve del exilio, los “kantaldis” siguen siendo catalizadores culturales, mientras que el Rock Radical Vasco comienza a emerger como nueva seña de identidad rebelde para buena parte de la juventud, las muestras de arte vasco promovidas por la Fundación Orbegozo (creada el año anterior) itineran por Euskadi, Bernardo Atxaga publica su poemario Etiopía, resurge el festival de Cine de San Sebastián (en el que se presenta El proceso de Burgos, realizada por Imanol Uribe), surge la Fundación Sabino Arana, el alcalde de Bilbao, Jon Castañares, ordena de la quema de la edición del cuento ganador del certamen promovido por el ayuntamiento, la Real se pasea invicta por una liga que pierde en el último partido. Tantas cosas...
En este paisaje convulso saturado de programas, banderas y consignas, Euskadi Sioux surgió con el aguijón pesimista e inteligente de la sátira y con el optimismo de la voluntad lúdica. Lo hacían “alejados de toda intención redentora o salvatriz”. Otros colectivos surgidos un poco antes, así Txomin Barullo (1977) en Bilbao, promovido por el EMK, o el grupo Cloc de arte y desarte (1978) en Donostia, modulaban otras formas de intervención cáustica en lo políticocultural. Cierta atmósfera de fiesta, de juego y desenfado lo impregnaba casi todo. Y siendo jóvenes entusiastas por estrenar un espacio de libertad —ciertamente era menor de la deseada, pero incomparablemente mayor que la habida pocos años antes en la dictadura franquista—, ese afán lúdico y transgresor venía acompañado de otras cosas, entre las cuales cabría mencionar la de una vaga responsabilidad o la de cierta empatía acrítica con la acción de las diversas ramas de ETA.
Euskadi Sioux, como otras disidencias de la época, surgía como crítica del pasado, pero sobre todo como crítica del presente, a saber: frente a la seriedad (un poco estrecha) de algunas corrientes de izquierda, frente a la reafirmación del imaginario mítico nacionalista de varia expresión, frente a la grandilocuencia abstracta y voluntarista de las alternativas revolucionarias, y frente a todo esa atmósfera de sacristía que, en su versión más tradicional o pogre, seguía regiendo la vida cotidiana. Respecto a la crítica al nacionalismo español y al Estado, no hace falta insistir: se estaba de frente por tierra, mar y aire, y con más bagaje que el de la sátira.
Epoca convulsa en la que por toda la geografía vasca acontecían imnumerables movidas, agitaciones y quimeras a la vuelta de la esquina, disipadas con el paso de los años en otras elecciones vitales, y también, cómo obviarlo, en algunas decepciones. Se compartía un deseo de transgresión plural; pero, asimismo, un sectarismo de todo pelaje que frustaba la continuidad de numerosas iniciativas. Humor y heterodoxia quedaban anudados en la movida agrupada en torno a Euskadi Sioux y la escisión alavesa que tomó el nombre de Araba Saudita. Era 1979, eran jóvenes artistas, escritores, fotógrafos, diseñadores gráficos, ilustradores, eran agitadores de la escena político-cultural: una tribu heterodoxa en un país convulso. Quizá por ello, por sus contradicciones y por sus paradojas Euskadi Siox se disolvió (sin orden gubernativa alguna). Queda una memoria dispersa, discontinua, de esa movida y de aquellos años duros y prometedores. Esta muestra recrea un fragmento de una heteróclita constelación creativa que se reveló, con una efervescencia inaudita, en esos primeros años de la transición política. Fue en 1979.