y pensábamos que este país iba a ser para todo el mundo. Es en ese momento,estamos hablando del año 79 ¡del siglo pasado! (creo que a nuestra generación jamás se nos pasó por la cabeza que acabaríamos escribiendo una frase como ésta), cuando nace la idea de Euskadi Sioux.
Entonces, realmente, no se sabía exactamente —o sí se sabía—, de dónde salía el dinero para financiar tantas y tantas ideas como hubo. De hecho éramos como una tribu de amigos, coincidentes y divergentes a la vez, y los proyectos y conspiraciones surgían en una sidrería, generalmente gipuzkoana. La idea, básicamente, era reírnos de nosotros mismos, de la política, de los políticos, o de la imagen del país que estaba naciendo de una manera diversa, incluso anárquica. Quizás entonces eso se pudo hacer porque el humor, que debe ser sobre todo una venganza de la realidad, nacía de cierta ilusión esperanzada y también de cierta ingenuidad.
En el momento actual, cuando hemos hablado del proyecto de hacer una exposición sobre Euskadi Sioux, mi generación, la gente que conoció la revista, se ha interesado con entusiasmo, como si sintiéramos nostalgia y necesidad de aquel momento en el que la política, los movimientos sociales y la incipiente marginalidad se mezclaban con la fiesta, la manifestación y el kabarett ...
Y curiosamente también, junto con ese entusiasmo, nos preguntábamos apesadumbrados si sería posible hoy día repetirlo, si pudiera existir la capacidad de generar, crear y encontrar un lector receptivo a aquella mirada y actitud que entonces existía en Euskadi, aquella espontaneidad que, desgraciadamente, parece perdida.
No hace mucho, un político de la izquierda abertzale decía que éramos el último pueblo indígena de Europa, y que rescatar nuestra cultura era algo así como salvar la selva amazónica. Nosotros —hace veintiún años no llegábamos a tanto—, nos veíamos como una tribu, un colectivo, cuyo peligro de extinción estaba en manos de eternos y universales enemigos como el aburrimiento, o lo dogmático, que estaban tanto dentro como fuera de nuestras imprecisas fronteras.
Si se puede hablar, o no, en este país, de cierta posmodernidad aún pendiente, creo que Euskadi Sioux, sin pretenderlo, tuvo algo de ello en cuanto que abogaba por lo plural y mestizo frente a lo cerrado y lo dogmático.
Esta exposición no es más que un apunte de lo que se pretende realizar más adelante, una exposición que no hable de la revista en sí, que estuvo llena de cierto amateurismo y desmadre, sino de lo que supuso aquel momento en campos como la política, lo social y lo artístico en este país. Y de la generación que estuvimos inmersos en el proyecto: Bernardo Atxaga, Iván Zulueta, Rafael Castellano, Josu Bilbao, Olariaga, Jon Zabaleta, Jon-Gurutze Unzurrunzaga (desde la galería Altxerri con Rakele siempre tan generosa cediéndonos su caserío-palacio en Getaria), el zurdo, y otras personas, y, en especial, Vicente Ameztoy quien fue realmente el artífice de la revista. La revista, naturalmente, desapareció; pero salieron siete números como las siete provincias baskas...